20 de enero de 2009

Piedras de Portugal



Esta piedra... la que aparece justo encima de estas letras, esta no la he Recogido yo, no la he Recolectado... me la han Regalado, que también empieza por R, es la primera piedra que me regalan, y claro a mi que colecciono piedras, pues me gusta el regalo... Esta piedra viene de Portugal, de ese país, no... lejano no, cercano y vecino, de un país amigo... si somos amigos, a pesar, de las diferencias, de las rivalidades del pasado, somos amigos, al menos los pueblos lo son, para enemigos ya tenemos a la bella Francia, siempre nos podremos meter con ellos, aunque mejor llevarse bien, que menudos son los gabachos, digo franceses...

Todas las piedras tienen su historia... o más de una historia, por que las piedras son inmortales, nos sobreviven y pueden contarnos tantas historias como quieran... a mi esta piedra al verla me contó una sobre el mar y un marinero, por que nada más verla se ve el rastro que las olas han dejado sobre ella.

El marinero se hizo a la mar un día de temporal, las olas eran grandes y rugían al romper contra los acantilados, no era jornada para hacerse a la mar, todo el mundo lo sabía, pero el marinero llevaba muchos días sin pescar y la pesca para el era más que una forma de ganarse la vida, era una forma de vida, y lo pasaba mal, cuando no podía subir a su pequeña embarcación, de un solo palo con una vela pequeña... más que un barco parecía un bote... de 13 pies de eslora mal contados... pero era un bote muy marinero y veloz... en condiciones normales, no con un temporal de fuerza cuatro (de nada Iñaki, aunque nunca veo tu telediario en cuatro) Igual un barco de verdad si hubiera aguantado el temporal, pero este era insignificante en la inmensidad del Atlántico... el barco empezó a ir a la deriva, se desarbolo y no podía luchar contra semejante enemigo... los acantilados cada vez estaban más cerca... el bote a veces parecía estar sobre ellos, otras tenía 10 metros de agua por encima de el... que cada vez lo aproximaban más y más a las rocas... el marinero sabía que había llegado su día, aunque lo sentía más por su barco que por el mismo... el naufragio estaba cerca, y el abismo del mar le esperaba, un golpe de mar lanzó al marinero al océano... el barco desapareció...


Días más tardes unos turistas lo vieron remontando el Guadiana... navegaba sólo, contracorriente, y parecía intacto... relucía su nombre pintado en negro sobre un lateral... justo al lado de su matrícula, tapada por una estrella de mar parecía leerse B 07, o algo así. Este barquito, con cáscara de nuéz si sabía navegar, era su patrón a pesar de los años de mar quién no sabía navegar. por mucho que le gustara. El pequeño bote tuvo una segunda oportunidad, los turistas reían sobre el, iniciandose en la navegación a vela, atravesando el Guadiana de una a otra orilla de uno a otro país... es un camino fácil, sin olas ni acantilados pero muy cerquita del Atlántico, su casa.

Por cierto el marinero si, pobre... lo habiamos abandonado luchando por no ahogarse... una de las olas lo izó 10 metros sobre el agua y un saliente le permitió agarrarse a el, recibió un duro golpe, pero gracias a el consiguió llegar a la cima del acantilado... empapado con su impermeable roto por todos lados... sin botas... se las trago el mar y con una piedra en la mano, tanto se aferro al saliente que un trozo de el, le acompaño desde entonces... quien sabe cuanto tiempo y donde la dejo... por que esta piedra seguro que guarda muchas más historias... aunque ahora esta en un país cercano y amigo de Portugal... 

El marinero decidio dejar de navegar. olvidarse del/la mar irse a vivir mar a dentro, mejor dicho tierra a dentro, dejar los acantilados y las olas para los valientes... De vez en cuando la morriña de las olas, de las estelas de otros barcos que habían pasado delante de su barquito, esa morriña le hacia mirar a su piedra, la que le salvo de los abismos marinos... hasta que un día esa piedra cambio de lugar...

pero eso es otra historia...

Una excavadora levanto una desproporcionada nube de polvo al derribar aquella pequeña casita, en la ladera de la montaña... a sus pies, el Guadiana serpentea buscando el Atlántico...

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